Popularmente a la sidra lo reconocen con el nombre de vino de manzana, pero en realidad no es así : hablamos de un fermentado de manzana principalmente , con lo que el término vino no le corresponde.
Esta bebida se elabora en el mundo entero y con distintos elementos , los que aportan disímiles sabores y estilos: desde la ácida y seca a la dulce e intensa, clara o turbia, sin gas o espumosa.
Las zonas productoras de sidra se encuentran en el arco atlántico, de tiempo frío, donde la manzana es capaz de soportar bajas temperaturas. Alén de las burbujas, el sabor varía mucho , desde acidulados a dulces, amargos, agridulces, entre otros , quedando al gusto de los bebedores de la zona.
Si bien posee una gran tradición e historia en España, también se produce en países como Bélgica, Alemania, Francia, Enorme Bretaña e Irlanda (estos tres últimos son considerados los grandes productores mundiales de sidra). Cada rincón tiene sus formas de elaboración, gusto y maneras de consumirla. Al tiempo que las sidras inglesas son en la mayoría de los casos secas, ácidas y ricas en taninos, las francesas resultan más dulces y con menor contenido en alcohol. Y las de Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos tienden a mezclar variedades de manzanas de mesa, lo que cambia el producto en dulzor.
En Asturias hay un protocolo para el servicio de esta bebida. El vaso debe ser especial , y quien la sirve o la escancia estira el brazo que sostiene la botella por encima de la cabeza y deja caer el chorro contra el borde interior del vaso para que la bebida impacte y se oxigene. La sidra no debe caer sobre la que está en el fondo, con lo que se bebe de un golpe y se deja en el vaso algo de contenido, que se arroja al suelo tras el trago. La explicación de por qué se tira una pequeña cantidad en todos y cada culín es que en las sidrerías asturianas acostumbraba a usarse un único vaso por conjunto , de forma que tirando una pequeña porción por la parte que hayan tocado los labios, se utiliza para limpiarlo y pasarlo al siguiente bebedor.